
“No estoy loca, soy cíclica” fue una de las primeras premisas que recuerdo del trabajo de Erika Irusta. La volatilidad que se nos atribuye en nuestras emociones, acciones y deseos a lo largo de un mes, simplemente son el reflejo de la volatilidad química que nos sucede. Nuestras hormonas se evaporan hacia diferentes estados de comportamiento, porque a largo de un ciclo, no pensamos igual, no comemos igual ni tampoco soñamos igual. “Lo único que permanece es el cambio” afirmó el filósofo Heráclito. Así que, llevar una vida plana y lineal es ir contra nuestra propia naturaleza.
Pero exactamente, ¿qué cambios suceden? ¿En qué medida nos puede llegar a afectar? ¿Somos tan endebles como para ser simplemente un cóctel químico que anda? Podemos manejarnos en dos niveles de conocimiento: el académico u “objetivo” y el personal y subjetivo. Ambos son necesarios, pero quizá sólo uno será tu salvación: el conocimiento propio.